miércoles, 24 de septiembre de 2008

Una maja de Théodore Géricault (1791-1824)



“El Beso” de 1822, es un ejemplo de la anticipación de Géricault a un tratamiento distinto del tema erótico, un beso representado de forma impúdica y algo manierista. Lo complicado de la posición del desnudo femenino demuestra el estilo provocador de Géricault al mostrar una parte más que la otra, precisamente la más propiamente obscena. Esta idea de recuperar viejos estilos al modo de Caravaggio refleja la visión particular de un hombre atrevido y sin miedo al ridículo. No obstante, al final de sus días Géricault se adentra en el mundo de la locura con retratos de marginados sociales como sujetos de su nuevo interés. Son seres cotidianos con un bagaje turbio, reflejo de una sociedad escondida en el primer cuarto del siglo XIX, que llevan a una realidad no deseada como algo que no queremos ver o lo que no queremos recordar, un mundo negro dentro de una visión que luego se llamaría expresionista.

Su tumultuosa vida acabó con una muerte prematura a los treinta y tres años, a causa de un accidente de equitación. Géricault adoraba los caballos...

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