miércoles, 5 de marzo de 2008

Pantera trae a una maja en una pajar y otras...


La historia del polvo en el pajar se narra magistralmente por David Herbert Lawrence (Nottinghamshire, 1885; Vence 1930) en su novela El amante de Lady Chatterley.

Lawrence era hijo de un minero y una maestra de escuela. La diferencia social y cultural de ambos padres y su enfrentamiento será un factor clave en la conformación de la psicología del autor, cuestión que se manifiesta y aparece desarrollada a lo largo de su obra y en especial en su novela Hijos y amantes, de carácter autobiográfico. El abierto desprecio de Lawrence por el militarismo fue visto con la suspicacia propia del tiempo de guerra en Inglaterra. A finales de 1917, tras el hostigamiento constante de las autoridades militares, Lawrence y su esposa fueron obligados a dejar Cornualles, en donde residían. Toda esta persecución fue descrita más adelante en un capítulo autobiográfico de su obra australiana Canguro, publicada en 1923. Hasta 1919 la pobreza los obligó a cambiar frecuentemente de domicilio y Lawrence contrajo tuberculosis. En su obra maestra Mujeres enamoradas, texto radical prototípico del modernismo europeo, D.H. Lawrence explora las características destructivas de la civilización contemporánea frente al valor del arte, la política, la economía y la experiencia sexual de la amistad y la unión. Este libro, de visión triste y amarga salió a la luz en 1920. Ahora se reconoce extensamente como novela de gran fuerza dramática y delicadeza intelectual. Después de la experiencia traumática de los años de guerra, Lawrence comenzó lo que él llamó su "peregrinar salvaje", una época del exilio voluntario que le supone el resto de su vida. Acompañado de su mujer, Frieda vivió en Italia, a Ceilán, Australia, Estados Unidos y México regresando después al sur de Francia, donde finalmente murió a la edad de 44 años.


Lawrence dejó una obra extensa y polémica que anticipa una serie de visiones que hoy forman parte integrante de nuestro entorno cultural, pero que en su época le valieron la incomprensión y el rechazo. Tuvo el destino de numerosos visionarios que ponen el dedo en la llaga y denuncian los tabúes imperantes que muchas veces justifican la vida de la mayoría conformando un estilo de existencia. D. H. Lawrence atacó lo que en ese momento no podía ni debía ponerse en tela de juicio: la hipocresía en el terreno sexual, la idea del progreso, la civilización industrial y la degradación de la naturaleza. Su actitud, que hoy al menos sería más aceptada y compartida, hizo que le considerasen un ser extravagante y molesto. El resultado fue su marginación de los cenáculos literarios y sociales, su condición trashumante y el escándalo de casi toda su existencia. Otro aspecto destacable de la obra de Lawrence es la capacidad de dar vida a situaciones y personajes con precisa profundidad creativa y psicológica. Su obra se compone de novelas, historias cortas, volúmenes de poemas, libros de viajes y ensayos filosóficos y críticos, además de algunos dramas. También destaca el epistolario publicado por Aldous Huxley en 1932. Su obra, prosa y poesía, ha llegado finalmente a través de múltiples malentendidos y avatares aunque su obra poética esté menos difundida que sus obras de ficción. Lawrence se opone a la indusr¡trialización y la guerra ambas mediante una exaltación del instinto sobre la razón, de la pasión sobre el intelecto y de la espontaneidad, pensamiento que lo lleva a un retorno a lo primordial e instintivo, cuyo centro se encuentra en la vida sexual como única forma de conocimiento inmediato. Las descripciones sexuales de los personajes son detalladas y directas, constituyendo uno de los aspectos más polémicos de su obra, cosa que le originaría varios conflictos con la censura que prohibió varias de sus novelas. Sin embargo, los años 20 en Europa se destacaron por una progresiva liberación de las prácticas sexuales y con esta censura Lawrence se ganó la venia de algunos intelectuales liberales de la época, como Lady Ottoline Morrell, Aldous Huxley o Bertrand Russell.


El amante de Lady Chatterley es una de las obra maestras del erotismo moderno. Su publicación despertó las iras de un público puritano y pazguato para quien el amor y el sexo definían unos comportamientos diferenciados e irreconciliables con la moral que profesaban. Perseguido por la justicia, acusado de escandaloso e inmoral, sólo el tiempo y su propia calidad intrínseca vinieron a erigirlo en un clásico frente al puritanismo decimonónico anglosajón. Ha sido una obra universalmente mitificada que estuvo prohibida en algunos países durante mucho tiempo. Lawrence plantea la destrucción del amor, creando un nuevo mito sexual. El deseo de Lady Chatterley de ser madre, buscando el instrumento adecuado en la persona del guardabosques, es la clave. Sus relaciones son impersonales, porque su objetivo es únicamente ése y, consecuentemente, su propia realización prescindiendo del otro. El autor establece como norma de los personajes la soledad y lleva el conflicto al extremo de establecer los límites entre el ser y la sensación, haciendo del erotismo un valor autónomo. El amante representa sobre todo una mirada reflexiva acerca de las relaciones afectivas entre un hombre y una mujer que incluye prejuicios, malentendidos, interrogantes, vacilaciones, esquemas, normas y obligaciones; diferencias y semejanzas al fin en las relaciones entre el uno el otro. Pero también presenta un ámbito peculiar donde todo esto se dirime: por un lado el particular, que reside en las características de los personajes y de sus vidas: una mujer joven, un hombre joven, el encuentro y la boda, el drama de la invalidez física del marido, las especiales relaciones posteriores de ambos y el encuentro de ella con otro hombre de distinta categoría social con el que desarrolla una relación. Por el otro lado el ámbito social, las características de la sociedad y de la época en que tales acontecimientos se desarrollan. Si se despoja esta obra de su aureola de escándalo, hecho que actúa como imán hacia los lectores, el libro es ni más ni menos que un relato acerca de encuentros y desencuentros; la relación amorosa entre un hombre y una mujer con una puesta en escena sintética y frontal que representa el mundo de los juegos y las ceremonias del deseo que nutren el placer.

No me preguntes esas cosas ahora. Déjame en paz. Me gustas. Te amo cuando estás en la cama conmigo. Una mujer es una cosa adorable cuando se la jode a fondo y el coño es bueno. Te amo, amo tus piernas, amo tu forma, y amo todo lo que tienes de mujer. Me gusta la mujer que hay en ti. Te amo con el cuerpo y con el corazón. Pero no me hagas estas preguntas ahora. No me hagas hablar ahora. ¡Déjame en paz! ¡Déjame en paz! Y el hombre puso suavemente la mano sobre el monte de Venus de Connie, sobre el vello suave, castaño, femenino, y se quedó quieto y desnudo en la cama, con la cara inmóvil y físicamente abstraída, con una cara casi como la de Buda.

El resto de las majas que trae Pantera no se han leido a D.H. Lawrence pero han aprendido las costumbres de Lady Chatterley porque se las ha contado máma.

2 comentarios:

panterablanca dijo...

Un artículo breve como acostumbras, y muy interesante, como también acostumbras, querido, jijiijiijiiji!!!
De verdad que no tenías que poner todas las majas si no te resultaban suficientemente interesantes, ya te lo dije ;-)
Besos salvajes.

variopaint dijo...

mmmmmmmmmmmmmmmmmmm...Pantera ¿Pero quedaron bien o no?

Besos de guardabosque.

M.