domingo, 17 de febrero de 2008

Berta trae a Lucien Freud


Lucien Freud (1922) se interesa por la representación de la soledad de la existencia a través del cuerpo humano. Formado en el clima intelectual existencialista de la Europa de entreguerras propio de sus generación, utiliza la pintura como medio radical para reflexionar sobre una humanidad enajenada y atormentada. A pesar de ello, ha elegido situarse dentro de los cánones tradicionales de la figura realista, en la tradición de Rubens o Caravaggio. Eso le hace ser un personaje excepcional y también un autentico maestro, como fenómeno único dentro de la pintura contemporánea. Freud expone la realidad del cuerpo en forma terrible, pero también amorosa, por la vía perversa de las deformaciones, en su belleza y en su fealdad, fuertes y vulnerables, atractivas y repulsivas, en una búsqueda incesante y encarnizada de la definición del ser como lo haría cualquiera de los grandes pintores manieristas. El color de su pintura sólo tiene un valor representativo, no emocional, y su gama ha permanecido intacta con una intención estrictamente naturalista durante toda su producción. La emotividad viene dada por las formas y el empaste más que por el propio color. La pintura matérica de los desnudos de Freud no quiere asimilarse a la carne sino ser ella misma, situada siempre en un escenario interior y carente obviamente de cualquier idealismo.

La visión de Freud se aproxima más a la visión de Goya (a quien admira profundamente) de la Familia de Carlos IV que a la posición más propia y heredera del retrato de desnudo que representan las majas. No obstante, existe algo en común entre ambos, un esfuerzo de comprensión por ver seres reales y no mitológicos en sus personajes, una intención representativa que muestra el cuerpo (o lo oculta) de acuerdo con una intención que jamás es revelada y que queda en segundo plano, de forma que sea el propio espectador el que adivine cual es el secreto del retratado. Las majas y las pinturas de Freud funcionarían así como esfinges que dejan tras de sí una serie de preguntas que solamente pueden responderse después de una reflexión ulterior, algo que no solo tiene que ver con lo físico sino también con lo psicológico. Freud pinta cuerpos con la misma intención que pinta rostros, de modo que también sea el cuerpo el que descifre el misterio insondable del individuo. La carne tiene una presencia tan radical en sus cuadros que produce una sensación de incomodidad: no querríamos vernos jamás así (aunque quizá seamos precisamente así). Es una pintura que se propone como mecanismo de investigación existencial (en la tradición de la cual se alimenta el propio Lucien Freud) más que como algo narrativo o descriptivo. Toda una lección para mitómanos y eso.

4 comentarios:

Etèria dijo...

Absolutamente magistral.

variopaint dijo...

Gracias Belita...me encantaría disponer de una maja "belística" aquí ¿sería posible?
besos....

Madame X dijo...

Fantástico. Otros cuadros me gustan menos, pero este es fantástico.

X

variopaint dijo...

Me lo envió Berta y es estupendo...lo curioso es que Berta no tiene blog...es increible pero cierto.

M.